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viernes, 18 de marzo de 2016

El odio



El odio se ha puesto de moda. Odio a todo el mundo, estoy lleno de mezquindad y rezo para que llegue una guerra nuclear, cantaba Kortatu allá por los ochenta. Odio a mi familia, a mis amigos, a mis vecinos: bien, y a mí qué me cuenta. ¿No es usted el médico del odio? No, idiota, yo soy el médico del oído, fue un chiste de moda. Hoy todo es un delito de incitación al odio, y da igual que sea racial, religioso, sexual...así se engordan las estadísticas que dan brillo a la apertura del año judicial. 

Ahora la policía española intenta identificar a los aficionados holandeses que humillaron a unas mendigas rumanas en Madrid. La misma policía que presenciaba la escena de brazos cruzados es ahora el sabueso que busca a los autores de la tropelía. Imaginen que ese presunto delito lo hubiesen cometido hinchas de cualquier equipo español: la intervención policial habría sido inmediata, contundente, se acabó el partido. Los vecinos de Albert Boadella se entretienen vertiendo el odio en la casa del dramaturgo, pero en ese pueblo no hay un fiscal que incite a la maquinaria judicial para que no se incite-odiosa redundancia-al odio. Qué cansinos. Odiosamente cansinos.
  

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