Armonía y pasado

Hay pocas personas capaces de ocuparse del pasado reciente. O bien la vida presente nos agarra con fuerza, o bien nos sumergimos en el pasado, intentando, en la medida de lo posible, rememorar y restaurar lo que ha concluido por completo. Hasta en las más grandes y ricas familias que deben tanto a sus antepasados es costumbre acordarse más del abuelo que del padre.

Así arranca Armonía celestial, del húngaro Péter Esterházy, obra monumental que recrea la historia, o la vida, de los Esterházy, una de las familias más influyentes de Europa, y en la que su autor rinde tributo a la figura de su padre. Una trama que va más allá de las relaciones familiares y que constituye un recorrido por la historia de Hungría no exento,como es costumbre en el autor, de buenas dosis de humor y fina ironía.

Nota: pese a la contundente afirmación de la cita, acordarse más del abuelo que del padre, nada tiene que ver Armonía con nuestro José Luis y su capitán Lozano. Esa es otra historia, sin duda más aburrida, más española.

Doctrina

Rajoy se compromete ante el Papa a recuperar los principios y valores. Y también las buenas y viejas costumbres, aunque sea brindar con sidra.

Sin prisas

Nadie parecía tener prisa en aquel juzgado. Eso se decía a sí mismo mientras se acomodaba lo mejor que podía en el camastro del calabozo, aunque se consolaba con la lentitud de la justicia y la festividad de un sábado veraniego, húmedo y pegajoso, para el que tampoco tenía ningún plan. Mientras su abogada, que debía traer el dinero de la fianza antes del mediodía, andaba por unos grandes almacenes con más interés por las rebajas que en subir al estrado, el juez untaba con parsimonia mermelada en las tostadas y leía el diario en la cafetería de la esquina; por contra, el guardia que custodiaba su aburrimiento había dejado de buscar su ayuda para resolver el crucigrama y dormía como una marmota, con suaves ronquidos que solamente cesaron cuando allí abajo se presentó su indignada señoría. Ignoró las excusas y torpes balbuceos del policía y a través de los barrotes le entregó el mandamiento de libertad. Pueden irse, dijo con desgana.

Concetos

La globalización era esto.

-La bolsa o la vida.

-Pues llévate la bolsa, que la vida está jodida.

-A mí me lo vas a decir, que te estoy apuntando con un plátano.

Era este un chiste que se hizo popular en los años ochenta, cuando una crisis económica mucho más suave y local que la actual azotaba con saña a un país que tímidamente reclamaba su entrada en la Europa de los ricos. Dirán algunos que esto es picaresca, bastante cutre en cualquier caso, pero lo que resulta evidente es que los nuevos tiempos, salvajes, traen nuevos concetos.

La peña indignada

Que el perroflautismo indignado dejaría secuelas era más que evidente, y lo que te rondaré, pero que un grupo de socios madridistas esté a un paso de fundar una peña republicana, y obviamente de izquierdas, es algo que choca tanto como apesta. Quizá estemos ante el último capítulo de la memoria histérica, o que simplemente la gente del Bernabéu, aburrida de Mou y su libreta, ya se haya cansado de comer pipas en la grada y busque otras emociones más fuertes con el vecino de asiento. En cualquier caso, ahí va su manifiesto fundacional, una soflama que no tiene desperdicio, con una invocación al pluralismo, ya vista en otros campos, harto sospechosa.

Bienestar

Los economistas más liberales, especie en peligro de extinción, siempre han afirmado que el estado del bienestar no es más que el bienestar del estado: arcas públicas repletas a costa de esquilmar el bolsillo del contribuyente para llevar a cabo políticas de dudosa legitimidad y nula eficacia, generalmente diseñadas para combatir riesgos de exclusión social, un eufemismo obsceno y profundamente socialdemócrata que no ha pretendido mayor hazaña que meter en el rebaño a los elementos más díscolos, improductivos y desagradecidos. Que ahora cunda el saqueo puro y duro no deja de ser una divertida venganza, un histórico ajuste de cuentas.

Resistencia

A la Generalitat, ni agua.

Al final parece evidente que Salamanca no eran tan mal destino, al menos para muchos de los interesados. Al calor de la memoria histérica y resistiendo con dignidad, los Centelles hacen suya la frase célebre de Pío Cabanillas: cuerpo a tierra, que vienen los nuestros.

Desmantelando

¿Los retiran? Luego existen.

Nostalgia veraniega

Enfrascados en las informaciones económicas y presos de una amargura endémica, dirán los antipáticos de siempre que vuelve la caspa, o el machismo, que siempre es peor, pero hasta ahora la noticia agradable del verano-eso es agosto, el verano por excelencia-es que Fernando Esteso resucita la mítica Ramona, aquella canción que te acompañaba en los larguísimos viajes por carretera para disfrutar de un mes completo en el pueblo, la playa o la montaña. La Ramona-ahora está feo decirlo-no sólo era gorda, y mucho, también era eterna, pues no sólo sonaba en el radiocasete del coche y con las ventanillas bajadas durante buena parte de la odisea, sino que también lo hacía en el bar de comidas caseras que servía de respiro al sufrido motor del utilitario, brillando con luz propia en aquellas máquinas de discos que ofrecían una canción por un duro y por cinco duros siete canciones. La Ramona, más que un éxito, fue todo un verano.

La fundación

¿Quién decía que el verano no generaba noticias jugosas o informaciones interesantes? Al margen de la prima de riesgo, que ya no es de riesgo sino de catástrofe consumada, se cuelan cosillas curiosas que no pasan desapercibidas, que no dejan indiferentes; así, mientras Fernando Esteso resucita La Ramona, un apologeta de Adrià lanza un reto para genios en paro, algo que de lograrse bien podría ser el legado de El Bulli, o la utilidad social de tanta parafernalia en los fogones. Queda verano, pero con el brillante economista queda bien alto el listón.

Sospechosos habituales

La simple sospecha no puede constituirse en argumento jurídicamente aceptable para excluir a nadie del pleno ejercicio de su derecho fundamental de participación política.

Pascual Sala y su banda, Obras.