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martes, 10 de mayo de 2011

Una saga




Hacer una reseña de un libro de más de mil páginas es harto complicado, ya que siempre quedarán cosas importantes en el tintero, detalles pequeños o grandes que en su momento llamaron poderosamente la atención y pasajes que llegaron a conmover-provocando la debida relectura-y que no se pueden recoger en su totalidad, si acaso dejar alguna pincelada que siempre resultará insuficiente, o quizá demasiado ligera, pero que puede motivar el interés de nuevos lectores. La presente edición de Una saga moscovita-editado por La otra orilla-reúne en un solo volumen lo que en su origen fue una trilogía publicada entre los años 1.989 y 1.993, un momento crucial en la historia de Rusia tras décadas de comunismo que permitió la publicación de obras que daban un soberano repaso a lo que para millones de personas fue una pesadilla.

Una saga relata de manera soberbia los avatares de una familia, tres generaciones de los Grádov, desde la muerte de Lenin hasta la de Stalin, y su implicación involuntaria en los diferentes cambios políticos que se van generando en la sociedad soviética, desde las sangrientas purgas de los años treinta, que alcanzan de lleno a alguno de sus miembros, hasta la gran guerra patriótica, pasando, cómo no, por el terrible Gulag, un infierno que el autor, Vassili Aksiónov, bien conocía, pues no en vano se trata del hijo de Evgénia Ginzburg, superviviente de aquel infierno plasmado en el mítico Vértigo. Con el buen ritmo de la mejor tradición narrativa rusa, la de los Tolstoi, Pastenak o Grossman, asistimos a un relato de catástrofes, a la descomposición de todo un sistema, el fin de un sueño, o la putrefacción del socialismo en toda su crudeza a través del miedo y la violencia, el amor y la muerte, la guerra y la paz.

Al margen del hábil manejo de la trama por parte de Aksiónov, hay que destacar la profundidad en el tratamiento de los diferentes episodios que cronológicamente se van sucediendo mediante una curiosa y magnífica combinación de rigor e ironía, lo que va a ser fundamental para ir retratando tanto a los personajes ficticios como a los reales, con especial mención para los inevitables Stalin y Beria, actores importantes en la vida de los Grádov y en la de todo un pueblo al que no pudieron destrozar. Estamos, pues, ante todo un monumento literario-impecables la edición y la traducción, con notas a pie de página que son un recorrido por la historia de la literatura rusa-que el lector cerrará con la agradable sensación de que cientos de páginas, la historia de una familia y una nación, han pasado en un suspiro.

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