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lunes, 1 de noviembre de 2010

Sórdido


Lo peor es que te preguntas de dónde vas a sacar tantas fuerzas la mañana siguiente para seguir haciendo lo que has hechos la víspera y desde hace ya tanto tiempo, de dónde vas a sacar fuerzas para ese trajinar absurdo, para esos mil proyectos que nunca salen bien, esos intentos por salir de la necesidad agobiante, intentos siempre abortados, y todo ello para acabar convenciéndote una vez más de que el destino es invencible, de que hay que volver a caer al pie de la muralla, todas las noches, con la angustia del día siguiente, cada vez más precario, más sórdido.

Releo el Viaje al fin de la noche, de Louis-Ferdinand Céline, y dejo aquí este pasaje por su crudeza y pesimismo, por su desesperación notable y evidente amargura, y lo hago porque es casi lo mismo que hace bien poco me contaba un hombre al que algún técnico en empleo colgaría la aséptica etiqueta de parado de larga duración, de esos que perciben un subsidio financiado con deuda pública; mas este hombre vencido, menos retórico pero más cruel, no vacila en definirse como un inútil, y lo hace sin ningún dramatismo mientras sus dedos juguetean con un cigarrillo y sus ojos se pierden en el vacío. Quizá su destino esté sellado, sea invencible y, lo que es más sórdido, avale esas miserables previsiones que afirman lo inevitable: que muchísimos de los parados generados por esta crisis no volverán a trabajar jamás.

2 comentarios:

Chippewa dijo...

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Hoy he visto a una pareja joven de gitanos rumanos mirando en contenedores de basura. Iban rápido y sin entretenerse, con un carro de fabricación propia al que iban echando cosas. Parecían poseer esa felicidad de los que han prosperado en la vida, porque seguro que vienen de nacer en algún lugar mucho peor.

Yo le diría a ese conocido que se dedicara a trabajar en el negocio de la beneficencia, que no hay nada como hacerse perito en comedores sociales, experto en caducidades y fechas de consumo preferentes y habitual de los bancos de alimentos.

Es un mundo fascinante que da mucho de sí, te mantiene ocupado y puede llenarte el pasillo de casa con sacos de garbanzos y cosas así. Lo único que hace falta es descubrir la vocación.

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Reinhard dijo...

Usted lo ha dicho, Don Chippewa, el mundo de los contenedores se ha convertido en algo apasionante, digno de estudio; diría que es la metáfora de algo, no sé muy bien qué, porque hay muchas opciones.