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martes, 16 de noviembre de 2010

La vuelta al ruedo


Por prescripción facultativa no suelo ver mucha televisión, aunque en determinadas ocasiones resulta inevitable, y también insoportable. La otra noche pude asistir a esa vuelta al mundo que ofrecen en el canal del Sr. Ramírez, una cosa tan pastelera como nuestro periódico. De refilón observé que camuflado-o tal vez arrinconado-entre el público estaba Pío Moa, tranquilo y sobrio, con ropa sport y la mirada afilada de siempre. Tomó la palabra nuestro hombre, y tanto daba que hablase sobre la negociación con la Eta, la transición y sus desastres o el pasado tenebroso del Psoe, y se desataron todos los demonios entre el resto de tertulianos: caras de estupor, cuchicheos y algún que otro chillido sobre cuánto nos costó la transición y qué poco nos lo agradecen, por no citar al más estólido de ellos, un desmelenado profesor que en plan futbolero en la barra de un bar repetía una y otra vez ¡porque usted dice que la homosexualidad es una tara!. Una histeria previsible, el aperitivo barato de la comidilla de siempre: la alusión despectiva al pasado del gallego, argumento tan pobre como redundante, una historia personal que ya fue suficientemente explicada por el propio interesado en su libro De un tiempo y de un país. Lo mejor llegó cuando uno de esos asalariados de la caja tonta citó, a modo de réplica, a los grandes historiadores de este pobre país, los Preston, Viñas, Juliá...: ahí fue cuando Moa no pudo reprimir una irónica sonrisa que no era sino la certeza de que en esa plaza tenía garantizada la vuelta al ruedo.

2 comentarios:

MGA dijo...

No sé... Por culpa de Tostón (en Htrdxs) me está cayendo cargante el amic Moa, no lo puedo evitar.

Por otro lado, a veces le veo tan seguro de lo que dice, que me parece un tanto fanático. Y no me gustan los fanáticos, ni los fanboys, ni que sean de mi cuerda política.

En fin.

Reinhard dijo...

Voy a discrepar: quizá Moa sea vehemente en la defensa de sus tesis, pero en absoluto fanático, defecto este que sí tienen sus detractores, gentes muy correctas políticamente que hurtan el debate sobre determinados dogmas.

Otra cosa son sus propagandistas, quienes con su exceso de celo acaban haciéndole flaco favor.