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lunes, 29 de noviembre de 2010

martes, 23 de noviembre de 2010

Sociedad civil



No está muy claro, aquí y ahora, qué es la sociedad civil. Todo el mundo tiene una idea más o menos definida sobre qué es una sociedad mercantil, recreativa o gastronómica, incluso un niño aparcado en un colegio sabe, por ejemplo, qué son y qué buscan las organizaciones no gubernamentales La ciencia política nos enseña lo básico: que los ciudadanos se reúnen para tomar decisiones en la defensa de sus legítimos intereses ante un poder político que por naturaleza tiende a ignorarlos, buscando así una mínima respuesta-o equilibrio-frente a la cotidiana arbitrariedad que preside cualquier acción de gobierno, a la vez que se canalizan unas demandas elementales para presentarse ante aquel sujeto que siempre tiene la última palabra. El problema surge cuando esa sociedad civil, de existir, no es más que un apéndice del gobierno de turno que sirve precisamente para lo contrario, impidiendo cualquier cambio sustancial y mostrándose sin ningún rubor como un simple elemento folclórico en días festivos. En Catatònia, por ejemplo, la sociedad civil no es más que una calçotada con ropa de Gonzalo Comella.

martes, 16 de noviembre de 2010

La vuelta al ruedo


Por prescripción facultativa no suelo ver mucha televisión, aunque en determinadas ocasiones resulta inevitable, y también insoportable. La otra noche pude asistir a esa vuelta al mundo que ofrecen en el canal del Sr. Ramírez, una cosa tan pastelera como nuestro periódico. De refilón observé que camuflado-o tal vez arrinconado-entre el público estaba Pío Moa, tranquilo y sobrio, con ropa sport y la mirada afilada de siempre. Tomó la palabra nuestro hombre, y tanto daba que hablase sobre la negociación con la Eta, la transición y sus desastres o el pasado tenebroso del Psoe, y se desataron todos los demonios entre el resto de tertulianos: caras de estupor, cuchicheos y algún que otro chillido sobre cuánto nos costó la transición y qué poco nos lo agradecen, por no citar al más estólido de ellos, un desmelenado profesor que en plan futbolero en la barra de un bar repetía una y otra vez ¡porque usted dice que la homosexualidad es una tara!. Una histeria previsible, el aperitivo barato de la comidilla de siempre: la alusión despectiva al pasado del gallego, argumento tan pobre como redundante, una historia personal que ya fue suficientemente explicada por el propio interesado en su libro De un tiempo y de un país. Lo mejor llegó cuando uno de esos asalariados de la caja tonta citó, a modo de réplica, a los grandes historiadores de este pobre país, los Preston, Viñas, Juliá...: ahí fue cuando Moa no pudo reprimir una irónica sonrisa que no era sino la certeza de que en esa plaza tenía garantizada la vuelta al ruedo.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Los lunes, partido


El hombre más poderoso de Expaña ha decidido que el clásico por excelencia se juegue un lunes, y lo hace basándose en unas presuntas razones...¡cívicas!, oyen bien, civismo aquí, donde cada calle es un estercolero y no se ceden los asientos del transporte público a embarazadas y abuelas. Se van perdiendo las buenas costumbres, las pocas que que todavía quedaban en una sociedad narcotizada: ahora que medio país está los lunes al sol, y los martes y los miércoles y..., llega un señor y por su cara poco agraciada revienta todo un estilo de vida. Qué pereza.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Interdicción



Cataluña me ha dado la muerte civil.

Retórico, pese a lo que tiene de irreverente, pues no parece que eso sea muy trascendente en una sociedad muerta.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Pensamiento




La visita del Papa sigue coleando: algunos la siguieron desde su atalaya privilegiada, incorruptible, genuina, la del superhombre y sus valores. Como bien dice el artículo, entre tópicos de rigor y fobias tradicionales , no olviden nombres a la hora de votar.

martes, 9 de noviembre de 2010

Lecciones


La eternidad de Eta es un mito que alegra a los terroristas, en especial cuando va patrocinado por sus víctimas.

Desde su Mundo, Arcadi Espada, 8/11/2.010

lunes, 8 de noviembre de 2010

Romería




No sabes, Sonsoles, la cantidad de cientos de miles de españoles que podrían mandar un ejército.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Perroflautismo





Hace ya un tiempo saltó a los medios una noticia tan curiosa como esperpéntica que resumida con brevedad quedaría de esta guisa: un conductor que había atropellado mortalmente a un joven ciclista reclamaba a los padres del fallecido los daños sufridos en su vehículo, una máquina de muchos cilindros. Me viene la historia a la memoria cuando leo con estupor que un sujeto exige al estado que le indemnice por los presuntos daños sufridos en un secuestro del que apenas conocemos detalles, pormenores que vayan más allá del testimonio de los interesados y de un gobierno que gustosamente pagó el rescate exigido por los piratas del desierto. Como en el caso del conductor ofendido con el pobre ciclista y sus progenitores, el fulano secuestrado es un tipo de vida cómoda, de los que tienen el dinero por castigo, de ahí que se dedique al más noble altruismo allende nuestras fronteras, promoviendo paz, amor y alianzas varias entre tiendas de campaña y mierda de camella. Para alivio de su conciencia, que es la de un país en triste caravana, nuestro héroe perroflauta promete más obras de caridad con lo que pueda recaudar entre el uso y el abuso de la ley. Pleitos tengas...

jueves, 4 de noviembre de 2010

Comer


Dicen que este país está de capa caída, que ya no es lo que era, o como afirman sin rubor los menos optimistas: que estamos a punto de esa nieve que los entendidos llaman intervención y que no es otra cosa que la tutela de incapaces de toda la vida. Mas no lo parece, al menos si atendemos al estómago, un sexto sentido para todo español que se precie.
Desde que los prohombres de la izquierda, antaño austera y solidaria como el jersey de lana de Camacho, descubrieron la deconstrucción de las cocinitas de Adriá mientras buscaban esos vales sindicales que acreditan lo ya sabido, que el dinero público no es de nadie, el comer más o menos bien, abundante y generalmente de gorra campea y vacila como metáfora de una Expaña que se reinventa en los fogones. Así, y sin mucho que celebrar más allá de la gula de los partícipes, los banquetes brillan por doquier, bien en Bruselas con camaradas andaluces en gloriosa mariscada, bien en Madrid con el superministro de interior y los ropones de la cosa terrorista, sin mucho que degustar pero con bastante que pactar.
Y en el silvestre oasis catalán, y con la excusa de las elecciones, todo son multitudinarias butifarradas, costilladas y caracoladas, que sólo la mitad vota, pero todos comen, y mucho, incluido un asceta Montilla que ebrio de alioli y vino peleón sigue prometiendo un salario para la generación ni-ni, ya sea para que al modo keynesiano se fundan los niñatos esa pasta en comida, aunque fuere basura.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Sórdido


Lo peor es que te preguntas de dónde vas a sacar tantas fuerzas la mañana siguiente para seguir haciendo lo que has hechos la víspera y desde hace ya tanto tiempo, de dónde vas a sacar fuerzas para ese trajinar absurdo, para esos mil proyectos que nunca salen bien, esos intentos por salir de la necesidad agobiante, intentos siempre abortados, y todo ello para acabar convenciéndote una vez más de que el destino es invencible, de que hay que volver a caer al pie de la muralla, todas las noches, con la angustia del día siguiente, cada vez más precario, más sórdido.

Releo el Viaje al fin de la noche, de Louis-Ferdinand Céline, y dejo aquí este pasaje por su crudeza y pesimismo, por su desesperación notable y evidente amargura, y lo hago porque es casi lo mismo que hace bien poco me contaba un hombre al que algún técnico en empleo colgaría la aséptica etiqueta de parado de larga duración, de esos que perciben un subsidio financiado con deuda pública; mas este hombre vencido, menos retórico pero más cruel, no vacila en definirse como un inútil, y lo hace sin ningún dramatismo mientras sus dedos juguetean con un cigarrillo y sus ojos se pierden en el vacío. Quizá su destino esté sellado, sea invencible y, lo que es más sórdido, avale esas miserables previsiones que afirman lo inevitable: que muchísimos de los parados generados por esta crisis no volverán a trabajar jamás.