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lunes, 21 de diciembre de 2009

Líderes de masas: genios y bufones





Antes, hace ya muchísimo tiempo, la izquierda tenía glamour, un hábil manejo de la propaganda y una enorme capacidad de convicción. Uno de sus arietes fue Willi Münzenberg, alguien capaz de movilizar a media Europa, desde obreros y estudiantes a mecenas de la burguesía e intelectuales, en beneficio de la causa estalinista; un tipo brillante que tras el éxito de su Libro Pardo sobre el nazismo le decía a su amigo Arthur Koestler que daba igual si lo relatado en esa obra era cierto o no, pues lo importante era su efecto propagandístico. Su capacidad de seducción era tremenda-a los intelectuales que le seguían los bautizó como el club de los inocentes- y frecuentaba los mejores salones europeos porque allí era donde estaba el dinero y él, millonario rojo, era el encargado de repartirlo según las indicaciones de Moscú y las necesidades del agit-prop y la subversión.






Más de setenta años después y en un lugar tan cutre como España, la izquierda es tan radical y sectaria como en los tiempos de Münzenberg, pero carece tanto de glamour y brillantez y tan escasa es su capacidad de movilización que debe echar mano de personajes tan ridículos como este Monzón frentepopulista y castizo, un tipo tan chistoso como siniestro que lo mismo incita al linchamiento de todo aquel sujeto que no milite en la secta como sube a una tribuna para dirigirse a una legión vertical de funcionarios sindicales que exigen más y mejor reparto del paro y la pobreza. Y es que cada país aporta a la historia lo que puede, no más.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Ernst Mundt


Por Bremaneur

El 4 de septiembre de 1962, Ernst Mundt quiso huir por el sumidero de la libertad. Nació el 2 de diciembre de 1921 en Bad Polzin, actualmente Polczyn-Zdroj (Polonia). Residía en Prenzlauer Berg, uno de los barrios del este de Berlín. Carpintero de profesión, vivía solo en un piso cuya renta pagaba gracias a una pensión por invalidez. Al parecer, mantenía contacto por carta con su madre, que estaba al otro lado del muro. Ese cuatro de septiembre, Ernst Mundt cogió su bicicleta y se dirigió al cementerio de la Bergstraße. Se dirigió al muro. Cuando estaba a unos cincuenta metros, le vio un suboficial de la Grenzpolizei (policía de la frontera). Disparó un tiro de aviso cuando Ernst Mundt había avanzado unos veinte metros más. Y cuando sólo se encontraba a unos dos o tres metros del muro, cayó por un segundo disparo que le dio en la cabeza. El disparo se había efectuado desde unos cien metros y, por lo que dicen, el sombrero de Mundt voló por encima del muro, hasta la zona oeste. Ernst Mundt, herido de muerte, falleció poco después en un hospital militar. La zona cercana al lugar donde Mundt murió fue acordonada, y unas treinta personas se apostaron para ver lo sucedido. Al otro lado del muro, en el agujero de la libertad, se apostaron varios vehículos médicos y militares cerca del bar Bernauer Eck y unos ciento cincuenta curiosos y testigos. Honecker fue debidamente informado al día siguiente. Los oficiales encargados del puesto de vigilancia fueron condecorados. Se llegó a decir que incluso la mujer de Mundt había felicitado a los asesinos de su marido. Extrañado por semejante actitud, y al ver que los datos no coincidían (creía que Mundt era soltero), decidí preguntar al Centro de Documentación del Muro, que tuvo que revisar sus documentos y borrar de la página web esa información, que era falsa. Actualmente la zona del muro de la Bernauerstraße, que incluye el cementerio donde Ernst Mundt fue asesinado, está siendo reformada para crear un memorial que explique cómo se construyó el muro y cuál es la esencia de su abyección.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Todavía hay clases


Dirán algunos que esta imagen reciente expresa lo que es el nuevo sindicalismo; esto mismo lo vi yo hace veinte años en las Ramblas de Barcelona, con otro funcionario coco de Correos y Telégrafos y parecido limpiabotas. Ha llovido, pero muchas cosas no cambian y el calzado precisa limpieza.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Guardianes


La fiscalía catalana, una monada, anda vigilante y celosa ante tamaño acontencimiento; desconocemos si observa el mismo celo en violentar la intimidad de los que asisten a eventos separatistas y plebiscitos manifiestamente ilegales. Que graben, pues.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Aventureros


Revisar, ordenar una y otra vez una biblioteca tiene, como casi todo, ventajas e inconvenientes: entre estos últimos está el hallazgo de algunos títulos que te hacen dar un respingo y preguntarte cómo narices llegaste a comprar y leer eso que ahora tocas con prevención y una cierta vergüenza, aunque ya puestos a reordenar y hacer limpieza se aprovecha para enviar esas cosas al fuego de una buena chimenea, algo que en mi caso ya es tradición en fechas navideñas. Pero esos retoques en las estanterías también tienen la gran ventaja de recuperar viejas obras que por una u otra razón habían quedado un poco en el olvido, sepultadas por el paso del tiempo y otras lecturas. Este es el caso de Embajador en el infierno, un libro en el que Torcuato Luca de Tena pone voz y buena escritura al cautiverio del capitán Teodoro Palacios Cueto y otros divisionarios españoles en el Gulag de Stalin. Viene a cuento este rescate porque la edición de Homo Legens cuenta con un extracto de la reseña que de la obra hizo en su día Fernando Sánchez Dragó en la revista Época, allá por un lejano 1.992, que aquí dejo y que me ha hecho sonreír y recordar gloriosos episodios recientes, como el Alakrana, o auténticas gestas que ya son de antaño, como la retirada de Irak tras la matanza del 11-M:

La gran aventura colombina (y la de los conquistadores) responde la mismo espíritu que hace ahora cincuenta años movió a un grupo silvestre de españoles-la flor y nata, supongo, de quienes a la sazón poblaban nuestro país- a matricularse en otra gran aventura: la protagonizada por la División Azul. Aventura de libertad, aventura de solidaridad, aventura de generosidad. No se puede confundir el nazismo con el anticomunismo. Los divisionarios eran la avanzadilla de la historia. De una historia que por fin les está dando la razón. Querían liberar el territorio de la Santa Rusia. Querían para los pies malolientes y mojar la oreja sorda del comunismo. Con Franco o sin Franco, con nazis o sin nazis, la División Azul-quizá con otro nombre pero con los mismos hombres-habría estado allí. No eran amigos de Hitler, sino enemigos de Stalin. Fue la última vez que España entró con decoro en Europa. Inmediatamente después empezó la gran bajada de calzones. Y así hasta ahora.