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lunes, 5 de octubre de 2009

Silicona





Es vox populi que la silicona es una impostura, un implante colocado allá donde se presume que reina el vacío, la nada, aunque no es menos cierto que en algunos casos, en algunos lugares, la operación y su resultado tienen su encanto. Desde que Vidal-Quadras fue sacrificado en el altar del pragmatismo por aquel Aznar que hablaba catalán en la intimidad, el mismo que consideraba que la gobernabilidad de España pasaba por pactar con el primer fenicio que hallase en su camino y por averiada que estuviese la mercancía ofrecida, el Partido Popular de Cataluña-una mierda, según uno de sus dirigentes- es un cuerpo maltrecho, o quizá envejecido, mutilado, al que le han metido silicona, o colágeno, o cualquier otra sustancia adecuada para mantener una determinada apariencia y resultar atractivo a unos desencantados votantes, los que aún no han desertado y que andan como puta por rastrojo a la espera, sin duda ya inútil, de que vuelva Don Alejo, el cuerpo sano y sin imposturas, las ideas claras y sin complejos. La chica de la fotografía, en cuyo currículum vitae se nos indica que amén de licenciada en Derecho es juez sustituta-otro día contaré los enormes méritos que se requieren para lucir toga y puñetas en ese plan-, es el último implante, la última apuesta hasta la derrota final, buscando siempre la complacencia del nacionalismo, partidos y medios, suscribiendo algunas de sus majaderías o no recurriendo determinadas leyes que provocan arcadas y úlceras a sus todavía votantes. Viscosa es la silicona y amarga la derrota.

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