TWITTER

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Bienestar


Dicen que la socialdemocracia trajo el estado del bienestar: como todas, es una afirmación discutible preñada de ideología, aunque quizá sea más plausible afirmar que fue el propio liberalismo el que arbitró un sistema tendente a frenar el auge de partidos marxistas. En todo caso, y dejando al margen ciertas chanzas liberales que tienen mucho de verdad, como sostener- el patético caso español es ejemplo sangrante- que el estado del bienestar es el bienestar del estado, lo cierto es que dicho modelo rige en Europa desde tiempos ya inmemoriales, con mayor o menor acierto en función de cada país, de sus circunstancias o su cultura. En Alemania, paradigma de la cosa, hemos asistido al hundimiento de la socialdemocracia, inventora o destructora del mismo según se mire, lo que propiciará otro gobierno más de la derecha en una demostración evidente, y son muchas ya, de que a la hora de salir de la crisis hay que encomendarse a aquellos que gobiernan con la cabeza y no con otros órganos más sentimentales, o viscerales, el corazón o el culo. Qué lejos nos queda Europa, con sus políticos fracasados, sin el suplicio de sindicatos que participen en la destrucción de empleo desde la comodidad de la liberación, sin despilfarro del dinero público en planes Estúpidos que abren calles pero cierran caminos y, last but not least, con gestores capaces de atender y, lo más importante, resolver los problemas de la gente, que no son otros que el propio bienestar, trabajo y riqueza; aquí, por contra, y una vez comercializada la píldora del coito infantil y a la espera de que el Tribunal Constitucional sentencie qué cojones es España y cuánto le queda de vida, sin novedad en el frente.

lunes, 28 de septiembre de 2009

El ciprés



Y José Tomás paró los relojes del mar

Zabala de la Serna. ABC

Y si muriese el mar que sea en esta arena de Barcelona a los pies de José Tomás. Si quieren degollar la Fiesta, cuánta belleza van a matar. De una sola tacada, pureza, verdad y libertad. Derrochar el talento, los pianos de Larrocha, Alicia, el toreo. El toreo es José Tomás. ¿Por qué os duele tanto? ¿Por qué castigáis el espacio donde el alma vuela como voló ayer en la Monumental? A JT le latió el corazón en las muñecas esta vez. Como la última ola. El aire vibraba, entre sus dedos las telas, la caída de una muleta lacia, aquilatada ingravidez. Devolvieron un toro descoordinado, con unas hechuras perfectas y su cara armada. Corrieron turno las musas. Y los lances a pies juntos mecieron hasta los medios al otro también de Núñez del Cuvillo, más ancho de sienes, con un temple excelso. En los medios cayó la montera de canto primero, boca abajo después, en dos tiempos. Como la misma moneda al aire, el dios de piedra de Galapagar se clavó en estatuarios unos metros más allá. La derecha ofrecida y ligada, por abajo. El nuñezdelcuvillo respondía en ese palmo de terreno, pero como queriéndola tomar con el otro pitón, con un tempo de espera que José Tomás esperó para vaciarlo en largo. Y cuando la izquierda surgió, como cosa sin importancia, permaneció para siempre. («No pongáis, oh muchachos, vuestro arrojo en la velocidad») Una cintura menos rota que otras veces, un recuerdo inmortal a David Silveti. Medio compás arrastraba los flecos con un giro de muñeca final descomunal. El «Rey David», que yo lo vi en otra Monumental, toreaba así: clavada la aguja en el talón que hace rotar. ¡Qué tres series, Dios mío! Se pararon los relojes, Curro. Nada que ver contigo, pero sí un núcleo: torear es templar. Y también someter. Por debajo de la pala del pitón se vaciaban viajes que por la taleguilla salpicaban la espuma roja de la noble bravura. «¡Nos ha puesto de acuerdo a todos!», exclamó a toda prisa Manolo Lozano en fuga hacia el AVE cuando la luna se asomaba creciente al espejo de la fragua. Ya verás, Manolito, como a todos no, que alguno sacará un desarme como lacra descomunal. Algún idiota, claro, que tampoco sabría apreciar el epílogo rodilla en tierra tan ordoñista. Una trenza de broche envolvió la embestida con el reverso de la mano, y el volapié reventó al toro con tanta ansiedad que incluso contrario se fue. Contrario y mortal. La unanimidad de las orejas se desprendió del palco presidencial.
La cabeza de José Tomás funcionó lubricada a la perfección con el sobrero que hacía quinto y que basculaba siempre hacia toriles desde que saltó a la arena. Con permiso de Julio Aparicio, que dibujó las verónicas más apauladas que uno haya visto, un tanto asentado en el talón de atrás, JT enganchó lejos de las tablas las arrancadas por delante en dos verónicas y una media de clamor. Y otra vez hacia allá, hacia chiqueros, se lo llevó en un quite al delantal para luego traerlo a una mano al caballo. Y como el toro siguió con un puntito de manso hacia su campo, con la muleta le dio placer: dos trincherazos y un cambio de mano de cincel. Las neuronas dosificaron al toro en la palma izquierda, en su media altura, apretaron más con la diestra, que apagó el escaso fondo en tenue final. En la boca de riego pinchó, y como había pinchado corrigió la tensión con manoletinas antes del embroque definitivo. Fue el doble trofeo a la inteligencia superior, a una historia de amor que igual ayer sea una última ola.
Hasta aquí el relato de lo acontecido en la plaza, con la pluma siempre certera de Zabala: una fiesta, un clamor, arte, sin más, para qué describir aquello que hay que ver, sentir, vivir. En los corrillos se decía que era, sería, la última corrida en Barcelona, en Cataluña. Los aficionados daban voz, sin pretenderlo, a los cuatro antitaurinos de siempre, cuatro y sin cabo, antítesis de la belleza de la Fiesta, de la magia del toreo, feos y feas con avaricia, epígonos de un tiempo que se acaba, adalides de la ignorancia. Para ellos y su pobreza, y sin esperanza de que puedan cambiar, el arte de Tomás. Y gratis, pues hasta su ubicación en la calle Marina llegaban los olés de la plaza.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Alianzas

Parece ser que estamos condenados a fomentar- más bien diría sufrir- ciertas alianzas, de civilizaciones, culturas, etc. Ayer, y cómo no, en ese foro tan peculiar llamado Audiencia Nacional, una testigo se negó a quitarse el burka para declarar en un juicio; al margen de lo surrealista de la situación- ¿ es usted Doña tal?, y bajo tan peculiar prenda puede ocultarse vaya usted a saber quién- y de lo grotesco del contexto, un juicio que guarda relación con el terrorismo ¿islamista?, sería para mear y no echar gota si esto fuera una comedia, un sketch televisivo con risas enlatadas. El Tribunal le dio cuartel a la señora- ¿habría actuado igual si el testigo fuera un repartidor de pizzas y se negase a quitarse el casco para prestar declaración?- y la citó para otro día tras ofrecerle unas clases gratuitas de derecho procesal y aceptar que testifique mostrando la carita, desde las cejas al mentón. Nada que objetar a esa actitud tan comprensiva del ropón de turno, aunque podemos afirmar, y sin temor a equivocarnos y volviendo al ejemplo del pizzero, que a otro en esa situación le meten un rabo que lo dejan tieso y sale- así se expresaba el juez en un famoso juicio- caminito de Jerez. El episodio, salvando unas distancias que merced a las alianzas de civilizaciones ya no son tan largas, recuerda al fulano residente en Alemania, y también musulmán, que pleiteó para poner a su hijo el nombre de guerra santa. Al final- parece ser que los tribunales alemanes son más garantistas, si cabe, que los españoles-ganó el asunto, y aquí paz y después gloria. Lo mejor de esa historia era que el fulano recibía cada mes más de dos mil eurillos del estado alemán por tocarse las narices y acariciarse las barbas. Todo sea por las alianzas, no sea que llegue la guerra.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

El hombre que amaba a los perros

Aquí tenemos un buen ejemplo de hombres condenados, por acción u omisión, méritos o deméritos, y que bailan a ritmo trepidante en una obra que no se aparta del género negro que caracteriza a su autor, aunque no deje de ser una novela histórica, con las dosis justas de ficción- no todo puede estar en los archivos- que requiere una empresa de este tipo, en la que el flashback juega un papel fundamental, transportando al lector a una sucesión vertiginosa de acontecimientos, un ir y venir que obliga a seguir pasando páginas con avidez. Condenados que fueron legión-anónima en muchos casos- y que se mueven en diferentes épocas y escenarios, vida y muerte de víctimas y verdugos, de Trotski, errante en su exilio, y Ramón Mercader, implacable perro de presa no exento de conciencia, pero también de Andreu Nin y del POUM, de la Guerra Civil, campo de pruebas para los hombres de Stalin.